Vamos a ver como oriento el post para no herir sensibilidades con el tema de hoy. Y es que nunca debería uno hablar de fútbol, política o patria si no tiene ganas de lidiar con las más bajas pasiones de sus contertulios. Pero oye, no le va tan mal a Reverte opinando sobre estos y otros tabúes del dominio de lo muy subjetivo, así que from lost to the river. Hoy, Internet y nacionalidades. O nacionalismos, o patrias, o como quieran ustedes llamarlo. ¿Cómo casan los ancestrales sentimientos de pertenencia territorial con la naturaleza global de la emergente Red de redes? Y es más, ¿cuánto sentido tienen en este nuevo contexto?
El lector que (con muy buen gusto) me siga en Twitter, puede que vea por dónde van los tiros. Hoy hemos intercambiado con el amigo Manu Recena un par de tweets sobre el asunto. Manu es, vaya por delante, un amigo y todo un descubrimiento en lo personal y lo profesional para mí en este último año, así que espero que no le violente el que le nombre por aquí :) Comparaba pues Manu las muchas donaciones que un proyecto en la línea de su Opina obtenía respecto al suyo, siendo ambos open source. La parte interesante es que hacía especial hincapié en que el otro proyecto fuese extranjero, y el suyo, evidentemente, español. Una distinción que siempre me chirría cuando se habla de software en Internet.
Y digo “siempre” porque Manu no es, ni por asomo, el único actor de la Internet hispana que categoriza de ese modo. Son muchos los compañeros de fatigas a los que leo frecuentemente dividir entre software y producto patrio, el “de aquí”, y el de fuera. Y tiene cierto sentido, claro. Nos conocemos entre todos, y por simple cercanía, idioma y horario compartidos, es inevitable que se cree esa dinámico de grupo, de todos en el mismo barco. Hasta ahí bien, cuantos más seamos más nos reiremos. Lo que ya no me parece tan sano es que se cree cierta guetificación, que se lleven las barreras políticas a la red, y ese sentimiento de unión sirva para separar.
Y es que no puedo evitar sentir que a veces se le está dando un peso excesivo al factor “español o no” en los proyectos. Por un lado, los complejos. La idea preconcebida de que, al ser software de aquí, y no de Silicon Valley u otros, seguro que es tecnológicamente inferior. Lo que es totalmente falso. Las herramientas y conocimientos son los mismos para todos, aquí, en California o en la India. La formación de los ingenieros, aún con sus diferencias entre sistemas educativos, suele ser más que suficiente para abordar proyectos web en cualquier rincón del planeta. En la era de la información accesible y gratuita, el conocimiento informático depende más de las ganas de cada uno que de sus recursos. El software de aquí es tan bueno o tan malo como el de cualquier sitio.
Por otro lado, el proteccionismo. Y esto me preocupa bastante más, porque va en contra de lo que creo que Internet supone para todos nosotros como proyecto de sociedad global, o lo que quiera que estemos construyendo. La elección de un proveedor de SaaS por ser español, y no tanto por la calidad de su producto o servicio, por ser el mejor. La gran ventaja de Internet, a mi modo de ver, es que puedo acceder a los mejores recursos de cualquier rincón del mundo sin salir de casa. Si resulta que limito mi elección geográficamente, ya no tenemos una Red de redes que todo lo engloba, tenemos una red española, otra americana, otra alemana… y todos nos perdemos cosas geniales que no dejan de serlo por pasar lejos.
Así que al final percibo cierto nivel de sobreprotección. Algo en plan “como en España no somos realmente capaces de competir en calidad con el software de fuera, vamos a mantener esto a flote a base de endogamia”. Y no creo que la sobreprotección sea sana, ni para criar a un chaval ni para levantar una empresa. Si el producto es bueno, y el equipo hace un buen trabajo de marketing/comercial, no ha de necesitar hermanos mayores: él solito podrá competir con lo que hagan los demás. Si el producto no tiene el nivel, no va a sobrevivir por la simpatía de los compatriotas. Las simpatías son comprensibles, faltaría más, pero ha de vender la calidad. Los productos han de ser competitivos por sí mismos.
Todo esto aplica, faltaría más, a proyectos con enfoque global. Evidentemente un proyecto que nazca con un ámbito local bien definido (porque implica distribución física, por limitaciones legales, por ser un producto de nicho, …) no va a competir por el mundo, y eso que tiene ganado. Pero, por lo general, el software no tiene ninguna de esas limitaciones. Si el proyecto es software como servicio, se me ocurren pocas razones para no lanzarlo con un enfoque global de buen principio. Si tienes una herramienta válida aquí, lo más normal es que sea válida fuera de aquí también, e Internet hace trivial el llegar a cualquier rincón del globo. Multiplicas tus posibilidades con un mercado cientos de veces mayor.
“Ya, Aitor, pero consumiendo producto nacional repercuto positivamente en la economía y la vida de los míos, y las mías!”. Bueno, sí. Y si mi empresa, creada aquí, funciona y crece, crearé más puestos de trabajo y también sumaré a la economía de aquí. Pero para alcanzar el volumen que me permita hacerlo, he de vender tanto como pueda en todo el mundo. Y si en todo el mundo se ponen proteccionistas, nadie va a comprar mi producto “extranjero”, y ya la hemos jodido. No puedo pedir que me compren fuera, pero luego poner trabas a comprar lo de fuera. Prefiero dejar que las cosas sigan su cauce de manera natural: consumo la que me parece la mejor opción a mi alcance, con independencia de su lugar de origen. Si el mejor producto es de aquí, pues mira, aún mejor, double-win.
Me decía mi suegra hace unas semanas que soy de una nueva hornada de personas que “no son de ninguna parte”. Lo decía sin ninguna acritud, y con mucho acierto. Creo que me define bien. Sin duda Internet ha tenido mucho que ver en esa faceta de mi personalidad. Me resulta más natural pensar en global que en local, y no puedo evitar ver las fronteras políticas como fantasmas del pasado. Si mi acceso a la información, mi capacidad de desplazarme y trabajar, y mi cultura ya no tienen fronteras, ¿por qué iba a tenerlas mi negocio? Llamadme romántico, pero yo sí creo en la aldea global.
Internet es una puerta al mundo, no la abramos sólo a medias.
