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Hacking sushi

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La mayoría de días se esfuman sin marcarnos especialmente. Seguimos nuestras rutinas: trabajo, familia, tareas, hobbies. Nada nuevo bajo el sol. Pero de vez en cuando y sin previo aviso, una fuente de inspiración se nos presenta de las más insospechadas maneras. Nos llegan vía Internet, películas o prensa escrita. Referencias a historias que nos abren los ojos y nos empujan a mejorar. Un personaje, una anécdota, un dato. Quién iba a decirme que un documental sobre un chef de sushi iba a marcarme de la manera en que lo ha hecho Jiro Dreams of Sushi. Quién iba a decirme que un cocinero iba a convertirse en todo un ejemplo para mí.

Jiro Ono es un chef de sushi de cerca de 90 años. Su pequeño restaurante, ubicado en la estación de metro de Ginza (Tokio), admite tan sólo 10 comensales. Es necesario reservar con semanas de antelación si se quiere degustar el menú cerrado de 20 piezas de sushi (y nada más que sushi), que no baja de los 300 euros. El restaurante de Jiro ha conseguido las ansiadas tres estrellas Michelin y él mismo ha recibido múltiples reconocimientos. En fin, echadle un ojo al documental. Se me hizo delicioso de ver por su potencia visual y el ritmo pausado de las entrevistas y la música. Me tuvo enganchado en todo momento. Lo tenéis disponible en Amazon u otras vías menos… oficiales ;)

Pero en fin, no tendría mucho sentido que me volviese medio tarumba por un chef y su sushi así sin más. Al fin y al cabo, yo no tengo ni remota idea de cocina, y desde luego no soy quién para valorar la calidad del sushi de nadie (aunque sea un plato que me chifla). Es más, probablemente hayan mejores restaurantes de sushi que el de Jiro en Japón, a saber. Ese no es el tema. Lo que realmente me conmueve del asunto es la cultura de la calidad absoluta que Jiro, su equipo, e incluso sus proveedores, defienden. Una búsqueda de la perfección a través del trabajo constante, la más férrea disciplina y la pura simplicidad. A través del detallismo extremo y la mayor exigencia con uno mismo.

Sushi & quality, sushi & code

Tan pequeño y tan grande a la vez

El camino que ha recorrido Jiro para alcanzar su posición de maestro en su campo no tiene mucho secreto. Miles y miles y miles de horas repitiendo y refinando las mismas técnicas. Más de 75 años persiguiendo su sueño, la búsqueda de la perfección. Ha hecho de su trabajo su arte, y de su arte su vida. Máxima exigencia en cada pequeño detalle, hasta un punto que a ojos de un occidental es poco menos que enfermizo. Sólo trabajar con los mejores proveedores, preparar de manera obsesiva los ingredientes, entrenar a los ayudantes de la forma más estricta. Es artesanía en su estado más puro, centrarse en un único arte y perfeccionar la ejecución hasta su máxima expresión.

En el mundo de la informática, o más concretamente en el del desarrollo, tenemos un concepto que representa el “top” al que aspirar como programador: el hacker. El hacker, por más que le pese a los pseudo-periodistas de Antena3, no es un malvado pirata informático. El hacker es un programador que adquiere tal habilidad técnica y conocimiento de un sistema que es reconocido como parte de la élite por los demás hackers. Es curioso como durante el documental se refieren a Jiro como un shokunin: un artesano que ha alcanzado el grado máximo de excelencia en su arte, y que sólo puede considerarse como tal cuando otros shokunin lo hagan. En definitiva, Jiro es un hacker del sushi.

Master at work

Comentaba el otro día que valoramos muy poco la calidad en nuestra industria del software. El negocio no está en ofrecer mejores productos, sino en asegurarse más soporte. Como técnico, me entristece esa situación. Veo a Jiro levantar su negocio sobre una idea tan simple y pura que me conmueve: ofrecer un único producto con una calidad suprema. Uno no puede permitirse ser demasiado idealista en estos tiempos convulsos, pero tengo la convicción de que una apuesta más firme por la calidad es viable. No planteo, ni por asomo, llegar a los extremos obsesivos que se auto-impone el bueno de Jiro, pero quiero sentirme orgulloso de mi trabajo, de mi habilidad.

Como profesional, como amante de mi campo de conocimiento, quiero ponerme a prueba cada día y no dejar nunca de mejorar. Como Jiro, he de ser exigente con mis herramientas (sí, te miro a ti, PHP) y aceptar que los “ingredientes” son tan importantes como la habilidad del chef. No sé si es correcto considerar artesanía el desarrollo de software, pero desde luego comparten muchos valores y caminos. En ambas actividades el motor es la combinación de trabajo constante y pasión. Y no quiero que mi pasión se diluya en proyectos mediocres que no me motivan por el bien del beneficio rápido. Quiero hacer el mejor sushi del que sea capaz mi habilidad :)

Gracias por la inspiración, Jiro.

Domo arigato gozaimasu, sensei.



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